El Sol ardía, y de tanto mirarlo, mi mente amenazaba furiosa de no querer ver más. No iba a quitar la vista, no quería apartar los ojos, así que los cerré. Me di media vuelta, y volví a abrirlos, ahora más tranquilos, de poder ver un poco de sombra que yacía entre la hierba.
Me iba a explotar el cráneo. Lo sentía. Si no solucionaba aquellos huevos revueltos que pasaban por mi cabeza, el cráneo explotaría en breve. Me levanté, me volví y me fui a casa.
Al llegar, no saludé. Fui directa y apresurada al ordenador. Lo encendí. Bajé a la cocina y de Coca Cola con hielo, me serví el vaso más grande que encontré. Mis padres notaron mi ausencia mental, y preguntaron. Respondí con un simple “Me duele la cabeza” y volví a mi cuarto.
Una vez allí, me quité la ropa. Me puse una camiseta de Megadeth y me recogí el pelo con una pinza. Puse algo de buena música en el ordenador, no me acuerdo que canción exactamente, pero era de Kiss. Lo sé, porque recuerdo que la voz de Paul me tranquilizó unos minutos. Me quedé un rato frente al ordenador. Escuchando música y bebiendo la Coca Cola que me había servido.
Me quedé dormida. Por fin un día de descanso, en medio del maldito insomnio.
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